Por Gerardo Meza C.

Problemas que se avecinan, en toda Latinoamérica. Las reformas estructurales que los gobiernos de esta región, deberían procurar modificar estos modelos de Presupuesto General de gastos de la Nación (corrupto, prebenda río y clientelistas).

 Aprobar con una enmienda constitucional la modificación de este modelo de PGN y poner techo a los gastos corrientes, en las administraciones centralizada y descentralizadas. (Como lo hizo recientemente el gobierno de Temer del Brasil).

No deben hacernos olvidar las asignaturas de corto plazo, mediano y largo plazo aún pendientes en el plano fiscal y macroeconómico. En efecto, esas reformas los gobiernos de la región, deberían ya tener propuestas de cambios de estos sistemas de presupuestos deficitario y clientelistas, que solamente se cubren con deudas los agujeros fiscales (pagar deudas con deudas).

Si no se modifican estos modelos del plan de gastos de la nación, tendrán efectos demasiado significativos en lo inmediato y largo plazo, (como está ocurriendo en Venezuela, Argentina, Brasil, entre otros). Por lo que los problemas de competitividad, así como los desequilibrios fiscal y externo deberán enfrentarse por el momento con los instrumentos de la política macro.

A fines de 2017, los desafíos eran de dos tipos. Por un lado, el déficit fiscal – acompañada con  la baja competitividad externa que  presiona  sobre el mercado de cambios. Por otro lado, se aplicó una política que generó nuevas dificultades: al déficit se lo financiaba básicamente con emisión monetaria, bonos soberanos, entre otros.

Por ello, desatar los nudos de la política económica y fortalecer la macro cerrando los déficits fiscal y externo constituye el doble desafío inicial de la administración de la región.

Visto varios años después, de los gobiernos de la región el avance fue dispar: se trató por todos los medios de que no suba el déficit fiscal y se incrementó las deudas públicas, para el financiamiento monetario del déficit, pero el fortalecimiento macro aún muestra cuentas pendientes.

 Los problemas de competitividad externa persisten, en la Latinoamérica, en particular en las industrias que absorben empleo de baja o media calificación. Y si bien los subsidios cayeron, en algunos países de la región el déficit fiscal se mantuvo alto. Las razones pueden ser justificadas: en buena medida se debió a la necesidad de implementar políticas anticíclicas para paliar los efectos recesivos de la devaluación. Pero ello no quita que el avance haya sido escaso.

En todo caso, llegados casi al término del actual de los períodos presidenciales de la región,  deberíamos preguntarnos qué tipo de macroeconomía enfrentamos: por qué, si fueron desatados algunos nudos (mantener el tipo de cambio y monetización del déficit), los desbalances gemelos, fiscal y externo, persisten?

En el nuevo contexto se resolvieron las inconsistencias de política heredadas,(de los gobierno populistas),  permitiendo a la economía reducir la inflación (más lentamente que lo previsto) y recuperar la actividad económica (después de lo esperado). Pero surgieron costos y riesgos que antes no estaban presentes. Para entenderlos conviene repasar en qué se apoya el actual esquema de política para lidiar con los actuales desequilibrios.

Con este sistema de presupuesto deficitario, solamente con el apoyo que nos brinda el sistema financiero mundial, con la disponibilidad de financiamiento externo. Sin él no sería posible combinar gradualismo fiscal y una política monetaria dura que, en virtud de una interpretación extrema, está dispuesta a poner las tasas de interés por las nubes anteponiendo la meta antiinflacionaria a cualquier otro objetivo de la política económica.

En efecto, qué impacto tiene ese mix fiscal/monetario sobre los déficit gemelos? Por el lado de la política fiscal, el ritmo de aumento de la deuda externa –y las altas tasas que se pagan- hace que el costo  del pago de intereses al exterior crezca fuertemente. Del lado de la política monetaria, las elevadas tasas de interés no sólo no fueron demasiado efectivas en combatir la inflación. Colateralmente, también han generado una significativa apreciación de  nuestras monedas que viene contribuyendo a deteriorar fuertemente el saldo de nuestro comercio exterior tanto en bienes como servicios reales. En suma, esos déficits sólo pueden mantenerse con crédito externo. (DEUDAS).

Ahí está quizás el mayor riesgo actual de los países de la región : quedar entrampado en una situación de altas tasas de interés en dólares, mayor atraso cambiario y déficit crecientes. Si se prolonga esta situación, las tasas de interés deberán mantenerse altas ya no para contener a la inflación, sino para asegurar un flujo de capitales que evite una devaluación muy costosa. De ocurrir, la devaluación, complicaría el pago de intereses de la deuda, contraería la economía en el corto plazo, y aceleraría la inflación (en un contexto donde se extiende la indexación, por ejemplo, vía los créditos hipotecarios). Ya sabemos dónde concluye ese camino.

Así, de cara a 2018, los gobierno de la región no sólo deben lograr apoyo social para las reformas que necesita implementar. También debe conjurar el riesgo de caer en la trampa arriba planteada. Si no se puede ajustar el déficit público más rápidamente por las restricciones político-sociales imperantes, entonces debe hacerse consistente la política fiscal con el resto de las políticas macroeconómicas, en particular la monetaria y cambiaria.

En otras palabras, la política monetaria y cambiaria deben apuntar a una reducción más gradual de la inflación y, al mismo tiempo, a frenar el proceso de apreciación cambiaria. Desde el punto de vista del fondeo del déficit, se sebe modificar estos modelo del plan de gastos de la nación, ponerle un techo(blindar) los gastos corrientes,(sueldos, otros beneficios, entre otros), para de tal manera liberar los ingresos fiscales para gastos de capital(inversiones, gastos sociales, educación, seguridad, salud, y para sobre todo pagar los servicios de las deudas) fiscal esto implicaría una menor dependencia del financiamiento externo, para cubrir el déficit fiscal(de pagar deudas con deudas) y un mayor espacio para el financiamiento de inversiones.

 Desde el punto de vista externo, una mejora del resultado en cuenta corriente y una menor vulnerabilidad a los movimientos de capitales.

Además, deben reconocerse los riesgos que involucra el endeudamiento externo en materia de plazos (endurecimiento del acceso al financiamiento e imposibilidad de sostener el roll over de la deuda), intereses (aumento de la tasa externa y/o del riesgo país) y descalce de monedas (salto devaluatorio y aumento de la relación deuda/producto).

En ese sentido Advierten deterioro fiscal en América Latina.

La agencia de calificación Moody’s prevé que varios países de América Latina, incluidos Brasil y Paraguay, sufrirán un deterioro de sus perfiles fiscales en los próximos años, debido a un incremento en sus cargas de deuda y débiles perspectivas de crecimiento. Prevemos que el empeoramiento de la deuda y la carga de intereses limitarán la capacidad de los soberanos para responder a posibles nuevos choques, a medida que pierden espacio fiscal, dijo Renzo Merino, vicepresidente adjunto de Moody’s. Al 2019, Brasil, Colombia y Costa Rica sufrirán el empeoramiento más severo de sus condiciones fiscales de la región, seguidos por los casos de Paraguay, Chile y Perú, aunque en menor grado y con relativo espacio para afrontar turbulencias que afecten sus presupuestos deficitarios. (estos agujeros fiscales se cubren con Bonos Soberanos, que es una bomba de tiempo):

Por eso,  los gobiernos de la región  deben complementar la obtención del financiamiento externo necesario con una política de gestión de riesgos y de administración de pasivos (y activos) públicos. Por supuesto esto exige “sintonía fina” y mucha coordinación entre los policy makers. Pero no hay más remedio que intentarlo si no queremos caer en los problemas de muchos países, que cayeron en la trampa del ENDEUDAMIENTO.

ESTE ES EL PARAGUAY QUE NO QUEREMOS

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